DAVID Y GOLIATH






“Salió de entre las filas filisteas un guerrero llamado Goliat que medía alrededor de tres metros de altura. Toda su armadura y sus armas eran de bronce: el casco, la coraza de escamas que pesaba sesenta kilos, las polainas y la lanza que pesaba siete kilos. Delante de él marchaba el que llevaba su escudo.


Se detuvo frente a las líneas israelitas y gritó: "¿Por qué habéis salido para poneros en orden de batalla? Yo soy filisteo; vosotros, en cambio, sois los servidores de Saúl. Escoged, pues, un hombre que pueda pelear conmigo. Si es más fuerte que yo y me vence, nosotros seremos vuestros esclavos, pero si yo soy más fuerte y le derroto, entonces vosotros seréis nuestros esclavos y nos serviréis." El filisteo se presentaba cada mañana y cada tarde, y lo hizo por espacio de cuarenta días.


David, hijo de un efrateo de Belén de Judá, que también había escuchado al filisteo, preguntó a los que estaban a su lado: "¿Qué es lo que darán al hombre que acabe con ese filisteo y quite la afrenta a Israel? Porque ¿quién es ese filisteo incircunciso que insulta así a los batallones del Dios vivo?" Y la gente dijo: "Si alguien derrota a este hombre, que así insulta a Israel, el rey le colmará de riquezas, le dará a su hija por esposa y librará de impuestos a la familia de su padre."


Entonces Saúl lo mandó llamar, le puso su equipo de combate: le dio un casco de bronce y una coraza. Después, David se abrochó el cinturón con la espada por sobre la coraza, pero no pudo andar porque no estaba acostumbrado. Y se deshizo de todas estas cosas. Tomó, en cambio, su bastón, escogió en el río cinco piedras lisas y las colocó en su bolsa de pastor. Luego avanzó hacia el filisteo con la honda en la mano.


El filisteo se acercó más y más a David, precedido por el que llevaba su escudo, y cuando lo vio lo despreció porque era un jovencito.


Cuando el filisteo se lanzó contra David, éste metió rápidamente su mano en la bolsa, sacó una piedra y se la tiró con la honda. La piedra alcanzó al filisteo, hundiéndosele en la frente. Éste cayó de bruces al suelo. David, entonces, corrió y se puso de pie encima de su cuerpo, tomó su espada y lo remató. Los filisteos, al ver vencido a su campeón, huyeron. Así, pues, sin otra arma que su honda y una piedra, David derrotó al filisteo."






Este relato bíblico del libro de Samuel es fiel reflejo de lo que será el encuentro del Miércoles 27 en el Ramón Sánchez Pizjuán entre Sevilla FC, nuestro Sevilla, y el Atlético de Madrid.

Y digo fiel reflejo porque estoy seguro que se darán paradójicamente las situaciones del relato que precede a estas palabras.

El Sevilla es el rey David, que luchará contra un gigante, venido arriba, que se muestra grande y confiado. Este gigante es el Atlético, soberbio, en un momento ejemplar, un reciente campeón.

Pero David quiere triunfar y luchar contra quien asedia e insulta a su pueblo, contra el rival hostil. David es ahora es un pequeño valiente, pequeño, pero muy fuerte y lleno de orgullo por dentro, y es consciente de que es capaz de sobreponerse a la adversidad, sabe de su potencial, sabe que puede vencer. Porque de la humildad y el trabajo llegará a rey. Y quiere volver a ser respetado, a que no vilipendien más. Ni a él ni a su pueblo. Sin más armas que su propia confianza, el apoyo de su pueblo, con lo más básico que es la humildad, se enfrentará a un gigante laureado por todos, apoyado al máximo, beneficiado por los que tratan de desestabilizar al pequeño de Belén.

Luchará por honor y respeto. David necesita ser escuchado y que así se haga justicia. Quiere demostrar UNA VEZ MÁS, que se puede. Quiere callar la boca de aquel que lo subestima.

David va a terminar con él. Sólo con la honda y las piedras. Afición e ilusión.

Vamos mi Sevilla, vamos Campeón!! El Miércoles 27 Nervión será una caldera.

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